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La
leyenda del Conde Arnau
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El conde Arnau, su verdadero nombre era Guillem
de Mataplana, conde del Arnau y
Pallars, Barón de Toses, señor de Gombrèn, de
Aranyonet y de la Pobla de Lillet
y era el baròn de muchos de los castillos del
Ripollès, que aùn delinean sus
ruinas macabras en el corazòn de Catalunya...
La leyenda de Arnau es larga y misteriosa,
acausa de comportamiento y personalidad.
Cuando los sarracenos invadieron Catalunya,
llegaron hasta las laderas del Montgrony, no pudieron
escalar aquellas cimas agrestes, pero sitiaron el
Ripollès e impusieron un tributo a los sometidos, que
consistìa en el pago de 100 doncellas, 100 caballos
blancos, 100 vacas lecheras y 100 terneros, todo
aquello representò la ruina de la zona.
El conde Arnau se negò a
pagar nada a los moros, y armado hasta los dientes, y
seguido de sus vasallos dieron batalla a los
invasores, pero èstos eran màs y reaccionaron con
furia y el Conde y sus vasallos huyeron por fìn,
refugiandose en Monegal, una aldea inaccesible en la
cima del Montgrony, y por
fin ocultàndose en las cuevas del Ribes, pero los
sarracenos lo alcanzaron y a punto estaban de darle
muerte. Pero pasò que las hadas de esas cuevas, a una
òrden del verdadero padre de Arnau, acudieron en su
ayuda y le dieron una espada màgica, forjada por los
martinetes (enanos de bajo tierra), espada que ya
desenvainada, no puede ser guardada sin haber matado
antes a un enemigo... Con ella, Arnau y sus vasallos,
treparon por la montaña y los moros lo persiguieron,
pero como no eran tan ligeros como los catalanes para
subir aquel risco tan escarpado, se lo pensaron e
idearon un ingenio: Se Subieron unos sobre otros, a
modo de Torre y asì pudieron alcanzar la cueva.
Pero el Conde, desde la boca de la cueva, armado de su
espada, los iba tirando a mandobles tal como se le
iban presentando, degollàndolos como si fuesen
cerdos... Mató a tantos que la sangre que corriò dejò
oxidada de herrumbre las paredes del Montgrony, y los
buscadores de setas a veces
pueden encontrar por aquellos andurriales medias lunas
de hierro de las que habían llevado a los sarracenos
en sus turbantes como adorno militar. Mientras esos
moros trataban de abatir al Conde, otros se
enfrentaban a los campesinos catalanes que llenos de
coraje y con hoz en mano daban cuenta de los moros que
por la costa trataban de huir y
usando el mismo truco de las torres, los campesinos
treparon al castillo donde residía el rey moro y lo
mataron. La noticia de la gran victoria lograda por
los campesinos del Conde llegò hasta las tierras
vascas, las andaluzas y castellanas y asì fueron
muchos los que animados por esa noticia se sumaron al
movimiento de rebeliòn contra el dominio àrabe en la
penìnsula. Y segùn la historia tradicional, fuè en el
Ripollès donde se iniciò la reconquista de la tierra
ibera contra el poder arabe. La abuela del conde
Arnau, Blanca de Hug, que diò su nombre al castell de
Blancafort, era muy buena y liberal y por el gusto que
le diò, el haber vencido a los moros, eximiò a todos
sus vasallos de pagar tributo feudal, y les diò el
derecho de las tierras. Pero al poco tiempo, doña
Blanca muriò, y entonces el
conde Arnau como un poseìdo del mal enfermò de
codicia, y siendo que como guerrero catalàn habìa
carecido de todo haber, y no tenìa màs parimonio que
su espada, su caballo y una piel de buey, reclamò
àvido de riquezas las tierras de su abuela, y exigiò a
los sùbditos los derechos que Doña Blanca les habìa
dado francos, cobrandoles entonces contra la palabra
dada el pago de todos los impuestos atrasados sumados
al mismo tributo que pedìan los moros para èl mismo,
en tanto malvolver de crèditos y càrcel a los
rebeldes, que se ganò el odio y el temor de todo el
pueblo. Sin guerra contra los sarracenos, y arto de
poder y fortuna, el conde se dedicaba a la cacerìa en
sus cotos y a las perversiones màs inaùditas con tal
de despojarse del tedio que lo abrumaba en sus grises
castillos rodeàndose de seres malèficos y corrompidos
en su corte... El conde reunìa a sus amigos de la
nobleza en su Castell de Blancafort, que rodeado de
abruptos riscos y bosques cerrados, permitìa a los
invitados hacer lo que su mente enferma les dictarà
sin que nadie se enterara. Fuè entonces que
empezaron a desaparecer las niñas y las muchachas
campesinas de los alrededores, para aparecer meses
despuès sus cadàveres tirados en los rìos, mutilados
en orgìas de sadismo terrible semidevorados por las
alimañas. Los campesinos temerosos, pero hartos,
querìan detener al señor feudal en esos atropellos, y
en el despotismo con el que el Conde Arnau trataba a
todos sus vasallos y su abuso con los impuestos y con
los derechos de pernada, y con todos esos amigos suyos
licenciosos y libertinos que corrompìan las calles de
Girona y Barcelona. Era sabido que el Conde habìa
puesto una masìa en Bellampart, para llevar ahì a las
doncellas, casi niñas pero ya embarazadas por èl
mismo, a que parieran a escondidas de todos a los
pequeños condecitos bastardos. Se decìa que en algunas
ocasiones llegò a reunir a 10 embarazadas al mismo
tiempo. El obispo, avisado por los sìndicos de
tales desmanes, acudiò con la esposa de Arnau la
condesa Elvira, para que esta mujer pusiera òrden con
su marido.
Pero el conde Arnau tenìa dos
sirvientes, vigilantes de que no pudiera hacer ninguna
buena obra, y ellos impidieron que Arnau prestara
atenciòn a los reproches de la condesa Elvira. Enemigo
del cielo, Arnau de Mataplana no amaba a su esposa
Elvira, pues fuè obligado a casarse con ella cuando el
joven tenìa apenas 15 años y ella ya pasaba los 35
y era carente de atractivo, muy catòlica y
celosa. Y entonces pasò que del cielo le fuè
enviada a Arnau una prueba para que se arrepintiera de
todas sus profanaciones, pero para la locura del conde
Arnau no había nada sagrado. Un día que fuè de
cacería, lo sorprendiò la noche cerca del monasterio
de Sant Joan de les Abadesses y entró al convento a
pedir posada. Lo recibió la madre abadesa, que era de
una dulzura y una pureza ùnicas y el Conde se enamoró
perdidamente de ella. Adelaisa, era hija del conde
de Barcelona y por propia vocación se hizo monja
porque su humildad la inclinaba màs a ayudar a los
leprosos y a los apestados que a ejercer su poder de
condesita. Arnau, enamorado perdido de la abadesa
Adelaisa, intenta seducirla de mil modos, pero con
todos falla, hasta que una noche cuenta la leyenda
usando un túnel de una vieja mina a través de las
montañas llegò a el monasterio de Sant Joan para hacer
suya a la moja y aunque Adelaisa interpuso entre el
conde Arnau y su bello cuerpo un crucifijo del Santo
Cristo, el conde le prometiò a la condesita matrimonio
en cuanto anulara su matrimonio con doña Elvira, y asì
le diò su palabra firmando una carta de compromiso,
pero como Adelaisa dudòy el
conde Arnau impaciente la violò, hacièndole un hijo y
quemàndo la carta de compromiso, huyò entre las
oscuras sombras tan sigiloso y cobarde como llegò.
Satisfecha ya su lujuria por
Adelaisa, tuvo un momento de lùcidez cuando dejò a la
monja tendida y llorando en su lecho del claustro
y entonces decide confesarse: pero el confesor
no le da el perdòn y lo excomulga por sus horrendos
pecados, y es asì que llevado por la furìa el Comde
Arnau sacò su daga y degollò ahì mismo a su confesor.
Elvira que ha visto eso, intenta que Arnau entre en
cintura y èste asustado cansado de cabalgar y de matar
se arrepiente, llora en brazos
de su esposa y es cuando cambia.
Ahora se responsabiliza de su familia, de sus criados,
intenta ser justo y bueno, ir a misa de la mano de su
esposa Elvira, y portarse como todo un señor casado,
patriarca bondadoso de esas tierras olvidàndose de
Adelaisa para no tener màs lìos. Y cuando se entera de
que la monja està embarazada, èl la rechaza y la
abandona a su suerte para no enfadar màs a la condesa
Elvira que lo ha amenazado con irse a quejar con el
mìsmisimo Papa en Roma. El conde a instancias de
Elvira, manda disolver el convento acusando a las
monjas de disolutas y licenciosas, y es entonces que
el pueblo enfadado por tantas injusticias del conde
inicia una serie de revueltas en contra de su feudo.
Hipòcrita y cobardemente, el Conde acusa a las monjas
de Sant Joan de ser meretrices de Venus y logra cerrar
el convento sin prestar atenciòn a los aledanos. Y
cuando unos aldeanos que construìan una parte del castillo
protestaron fuertemente, echàndole en cara todas sus
quejas, el Conde les prometiò un mesurò de oro por
cada cabassada de piedra picada para levantar los
muros. Y la buena gente, catalanes crèdulos a fin de
cuentas trabajaron con ahìnco hasta terminar la labor.
Y entonces el Conde, burlàndose les dijo cuando los
subiditos le pidieron el pago prometido: "Paraula
donada-mai mès recordada..." ("Palabra dada
nunca màs recordada"), y
no los dio ni un miserable maravedís, estafàndoles sus
sueldos. Entonces los campesinos enfurecieron,
odiàndolo de tal modo, que juntò en pocas horas miles
de maldiciones de sus vasallos y
asì fuè que el Conde Arnau, por prometer sin cumplir
obtuvo su lugar en el infierno
y por engañar, mentir,
abusar, embaucar y violentar a todo mundo fuè maldito.
Y pasò que cuando Elvira viò que el pueblo gritaba
y chillaba y maldecìa al paso del conde Arnau,
la condesa se asustò y decidiò renunciar a
todos sus bienes a favor de la iglesia ante el obispo
de Vic y abandonar al conde para irse a un convento de
Gandesa. Cuando se viò solo decidiò ir a por
Adelaisa, para rehacer su vida con la monja a la que
antes habìa abandonado. En una noche de tormenta se
acercò a la casa de la condesita en Barcelona,
pero la hallò muerta, con el cuerpecito de su
bebè difunto en los brazos. Arnau entonces,
enloqueciò de culpa, de dolor, de terror por lo que
habìa hecho, y frenètico, robò el cadàver de su amada
y en medio de la tormenta cabalgò demencial abrazando
a Adelaisa hasta despeñarse en un risco...
El
Conde Arnau, estara maldito por toda la eternidad por
todo lo que hizo.
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